A mí, ya ves, igual me dá
que te vayas o te quedes
o que dejes tu alma velar
un cuento que nunca empieza.
Igual me dá que revientes
o que te explote el corazón.
A mí me estalló el cobarde
la tarde en que te perdí.
Los cirios son la tormenta
que nunca se llega a apagar.
Pero, tras las sombras vacías,
sé que existe calma eterna.
Igual me dá que te inventes
que todo, siempre, funcionó.
Y no me importaría calmar
el frío que ahora tengo.
Me daría igual estar solo
si te pudiera estrechar
cada segundo en mi vida
o en cada vida un segundo...
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